TEATRO ANTÍPODA

domingo, 4 de septiembre de 2011


EL TEATRO SOCIAL
Primera Parte
Por: L. F. Nikho

El hombre debe despojarse de su inoperancia, de una actitud casi que de desprecio por aceptar un mundo sin magia, sin “espiritualidad”, sin dogmatismo y sin idealismo.  Nos encontramos ante la vista escrutadora y crítica de millones de personas que condenan todo aquello que huele a diferente, a no estar de acuerdo, o a querer demostrar sus concepciones de una manera científica.

La abnegada ciencia que tanto nos ha servido a los hombres, ha debido postrarse a los pies de la ignorancia para esperar ocupar con paciencia el lugar que le corresponde, aún e irónicamente a pesar de que por ella el mundo puede leerse en gran parte.

Qué somos los hombres sino, un pedazo de ciencia y parte de este infinito universo que aunque no existiésemos, él mismo existiría como existe hoy y antes de nosotros.  El universo ha creado al hombre a imagen y semejanza del azar, la necesidad y la evolución, por lo que estamos en la obligación de entender todo aquello que nos hemos encontrado con nuestro origen, pues al fin y al cabo somos nuevos en este viejo universo y está en nosotros descubrir lo que ya existe, y aún desconocemos.

Como parte activa de ese descubrimiento, el teatro es un eslabón social unido a todo el complejo de las actividades humanas; el teatro también pertenece a un modo científico por medio del cual, los hombres comunican sus pensamientos, sentires y necesidades, y que así mismo, puede ser ubicado en una u otra clase social.

El teatro es social porque hace parte de los hombres, de sus actividades, de su cultura.  El teatro no es en sí ni para sí algo independiente que busque la igualdad social; no es un elemento que actúe por sí solo ni que esté desligado de los problemas de los hombres.  Al contrario, es en estos y de estos que el teatro cobra vida, estilo y forma, alineándose indiscutiblemente en una actividad humana con capacidades tanto filosóficas como científicas.  El teatro debe ser vinculado por el hombre a la ciencia, pero también debe vincular al hombre con la ciencia; debe comprometerse con los trasfondos de la realidad  y hacer divulgación por medio de los hombres y las cosas de esa realidad escondida, a otros hombres.

Las gentes de teatro deben tomar esa iniciativa y no quedarse con el criterio personal de lo que piensan para llevarlo a las tablas.  Es necesario trascender las bambalinas y “cientificar” las teorías, las obras, las acciones.  Es imprescindible que la dramaturgia dé un giro completo y encuentre su verdadero camino, el que se le ha negado: el camino de la ciencia, cuyo contenido y forma sean verdaderamente dialécticos y no especulativos en un mundo tan científico como el nuestro.

En apariencia, muchos hombres de teatro no están lejos de la ciencia, incluso conceptúan y hacen alarde de esta palabra; pero la realidad nos demuestra que en la práctica están confundidos y confunden la idea con versiones seudo de lo que quieren expresar, convirtiendo así la realidad y la ciencia en un formalismo subjetivo, mágico y de falsas expectativas que los demás no entienden ni pueden comprobar.

Tal es el caso de obras dramáticas que se califican de corte social y revolucionario, en las que encontramos planteamientos de inconformismo bajo una actitud que quiere comprometer al hombre en general hacia la búsqueda de la solución de los problemas, desconociendo, y si se quiere, olvidando que existen las clases sociales y que los problemas que se suscitan en ellas, hacen parte de las luchas y que por lo tanto, no es el hombre en general el que busca la solución de los problemas sino, los hombres de una determinada clase social que están obligados a accionar el estado de cosas de su actualidad, para buscar un cambio no caprichoso, sino necesario.

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