Por: L.F. Nikho
Pocos grupos teatrales tienen un conocimiento científico de su quehacer cultural y no es precisamente porque la academia haga sus mejores esfuerzos para la divulgación plena de un teatro proletario. Al contrario, todo aquello que sea mostrado a través de un verdadero concepto revolucionario es señalado con burla por los grandes detractores que pertenecen a un círculo cerrado de “artistas intelectuales” que se llaman así mismos: vanguardistas.
Cualquier
cantidad de expresiones de rechazo, críticas rebuscadas y hasta conceptos
ignorantes que reflejan indiferencia, deben soportar grupos que irónicamente
tienen una estructura de conocimiento, práctica y teoría más sólidas.
En
la vida diaria (y sin generalizar), aquellos anteojos de moda, los abrigos
negros, las sandalias de cuero, las batas anchas, la mezcla de hippie, indígena
y gringo en un solo atavío y una presentación personal descuidada como muestra
de una aparente rebelión, no son más que la identificación de intelectualoides
desesperados por llamar la atención y convencidos descubridores de “la nueva
era”: la era de las oportunidades.
Contra
todo este maleficio viviente, consumidores deprimidos de la sociedad; contra
sus conceptos sustraídos de la más miserable ignorancia; contra el vandalismo
reaccionario de los incapaces; contra el íncubo depravado de una cultura que
prostituye a millones de personas; contra todos ellos nos levantamos del
subsuelo a recordarles que el proletariado y los campesinos tenemos nuestra
propia cultura: una cultura liberadora.
En
los inicios del siglo XXI renace de las cenizas un concepto que quieren olvidar
quienes se han sentido aludidos por culpa de un teatro conciente de lucha y
comprometido políticamente, tienen mil excusas para querer sepultarlo. Y que se entienda que cuando se habla de un
teatro con compromiso político, no se trata del concepto politiquero al que nos
tienen acostumbrados los oportunistas de turno, sino, al concepto de las
ciencias políticas de la realidad social.
Sobre
la faz de la tierra el materialismo dialéctico e histórico sigue imponiéndose y
reafirmándose en la certeza de la ciencia, demostrando que todo no era una
cuestión efímera de los años sesentas como muchos pretenden hacer creer; para
la muestra estamos nosotros: nuevos militantes del arte comprometido y con
sello de clase, que queremos sacudir el pensamiento social con un teatro que
rescata la esencia del legado brechtiano y que aporta nuevas ideas para un arte
que por ser proletario, ya hace parte de la vanguardia.
Somos
la oposición de los burlescos, sin pelos en la lengua nos proponemos aprender y
exponer un punto de vista científico y depurado de cualquier prejuicio
capitalista. Somos la cara opuesta del
teatro: los antípodas surgidos de la prole con obras que penetran el
pensamiento del espectador y que buscan eliminar la pasividad sugestiva que el
medio ha impuesto: accionar el pensamiento, escrutar las profundidades del
cerebro para dejar las inquietudes que el teatro de la inmovilidad no deja.
Sí,
aquí estamos con el brío renovado de la sangre nueva; somos los “ESOS”
repudiados por los sabiondos; somos los negligentes, los de los bajos fondos
que no se venden, somos contestatarios y ofensivos de los burlescos… y somos
mucho más que eso.
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