TEATRO ANTÍPODA

jueves, 16 de febrero de 2012


EL TEATRO CON-CIENCIA
Por L. F.  Nikho

 Sólo un teatro que busque desarrollar el conocimiento y se comprometa con la situación real de la sociedad puede llamarse teatro científico.  Ya que para lograrlo, los hombres de teatro deben cumplir una doble función para el acoplamiento de la ciencia con las artes escénicas; debe ser menester la educación marxista materialista dialéctica que nos enseña la concepción científica del mundo.  Pero también y al mismo nivel, la formación en las artes es indispensable para una proyección que no fabrique espejismos pero que sea digna de la virtud sublime del arte.
No hablamos de ser un teatro científico porque en él se haga utilización de la tecnología más avanzada, o porque en el contexto de las obras se hable de ciencia, o quizá porque alguno de los actores haga la representación de un científico.  Esto tendría que ver más con el teatro simbólico de fijación.
En realidad hablamos de un teatro que posea la particularidad del compromiso social y que para serlo, haya pasado por un proceso de depuración comprendiendo primero la situación actual de la lucha social, y rechazando toda la maquinaria del sistema que nos oprime, después.
Pero para tal situación, el análisis científico cumple uno de los papeles más importantes, luego, e implícitamente el teatro con ciencia desembocará en un teatro con conciencia.
¿Pero qué tipo de conciencia?  Conciencia de clase, conciencia social, conciencia de lucha, conciencia científica.
Pasaremos por lo tanto a un teatro evolucionado que se ponga a la par de a la actualidad e invite a los hombres  a trascender.  La ciencia y la conciencia deberían de ir unidas por la misma mano, para que todo un cúmulo de conocimientos vaya fraguando un camino educativo hacia los mejores tiempos de los hombres.
Como ser social el hombre necesita expresar sus ideas; la racionalidad cada día lo conduce a buscar las respuestas de los cuestionamientos que constantemente se plantea.  Por eso, el hombre es un ser científico por naturaleza y así mismo, es un producto de la naturaleza que quiere abrirse camino entre la espesura ancha del universo; sus manifestaciones replican en la necesidad continua de cambio, cada instante quiere conocer más y más, ya que su razón es la conciencia de todo lo que le rodea.

Por muy idealistas que sus pensamientos sean, un hombre por fuera de la objetividad dialéctica sólo podría existir de una manera subjetiva.  No importa que nuestra inconsciencia de todo lo que sucede alrededor ahonde en la ignorancia; no  por esto, podemos desprendernos de la realidad  objetiva que existe por encima de nosotros o como parte integral de nuestro entorno siempre tratando de ser explicado por la ciencia.

La relación teatro y sociedad nos obliga a ponernos en una situación definida, el teatro es del medio social, pero de la misma manera la práctica teatral es para el medio social; pero la sociedad igualmente lleva un lazo íntimo con la ciencia que a diario se va fortaleciendo.
Por eso el teatro adquiere un carácter científico que por inercia va siendo arrastrado hacia donde la ciencia arrastra a la sociedad bajo el nombre de dialéctica.
La práctica teatral se fortalece en y con el medio social; específicamente el teatro debe de todas las maneras posibles ser educativo.  Al adquirir esta particularidad podrá enfilar al público hacia nuevos conocimientos y nuevas inquietudes que le son extirpadas dentro el marco del sistema capitalista.
Valga decir cual importantes deben de ser los logros de un teatro científico emancipador de la miseria humana que pueda conocerse en sus profundidades y que cumpla un papel verdaderamente revolucionario.  Debe proponerse este teatro en aras de una sociedad más digna y definitivamente libre, que pueda entender a ciencia cierta el entramado secreto que compone al universo.
Ciencia y arte fusionados para un mismo fin como l son la teoría y la práctica; ambos unidos por el hombre y para el hombre con un criterio de búsqueda social que articule con precisión la posibilidad de un mundo justo.
Hacen falta pues, hombres trascendentes que levanten las capas del mundo subterráneo para ver la realidad oculta y sepultada.  Hacen fala hombres que arranquen la piel de la ignorancia que por tanto tiempo llevamos puesta como pararrayos de la desgracia.
Pero estos hombres tienen primero que “arrancase su propia piel” y desarrollar el arte con la ciencia para luego estar dispuestos a crear con propuestas nuevas más allá de la realidad superficial.

La ciencia nos enseña y aprendemos de ella constantemente, la solución integral, de un teatro de forma y contenido científico, nos ha de acercar con mayor razón al conocimiento verdadero del entorno en que vivimos, pues debe mostrarse al hombre más allá de la psicología ulterior y relacionarlo directamente con el acontecer social.
El resultado social es estudiado y develado por la ciencia; la conexión del pensamiento fuera de la realidad social lleva a la falsa expectativa profundizando nada más que en un sistema ambiguo e incoherente de explicación y por añadidura, todo un conocimiento anquilosado que le sirve de arma al sistema actual.
Nuestro “teatro contemporáneo”, o más bien: nuestros dramaturgos contemporáneos prefieren lavarse las manos y declararse por fuera de la cuestión social ya que definen el estado actual de cosas (esto es la lucha de clases sociales), como algo ya pasado de moda.
¡Qué vergüenza para la realidad científica que todavía existan intelectuales que se dejen meter el dedo a la boca y pretendan manifestarse por encima de la sociedad!
Los bufones de turno que cumplen una labor sirviente y se creen fuera del conflicto, no han podido superar la neurosis que les causa el exceso de pensamiento, pues quieren cada vez, con mayor depresión, encontrar el elíxir de la filosofía verdadera con la cual el hombre como tal, supere sus problemas y de una vez por todas pueda ser feliz para siempre en un mundo pacífico con división de clases sociales que está en constante contradicción.
Pero para el pensamiento de muchos dramaturgos contemporáneos la vacuna contra el mal que propongan se ha ido desarrollando con el materialismo dialéctico y quieran o  no, tendrán que luchar del brazo de la razón o inventarse la tarea imposible de crear un mundo fantástico sin ella.
Es que la misma historia del universo, de nuestro mundo y de la sociedad nos demuestra que existe; que somos un pedazo de historia y que si la historia existe es porque el cambio, la transformación, la evolución, han estado ligadas al surgimiento primario de todo lo que existe.
¿O es que el mundo se hizo para llegar hasta esta etapa nada más?  ¿Estamos pues en el periodo final de la sociedad y todo aquello que se ha transformado durante millones y miles de años ahora así porque sí posee la calidad de estacionario?  ¿Estamos viendo al hombre en su última evolución y es en sí verdaderamente esta, la única Era Contemporánea?  ¿Así, acaso, se le debe llamar al período en que la sociedad ya no necesita transformación?
Estas falsas suposiciones solo las puede creer alguien que no vaya más allá de ser un consultor de almohadas.

Un mundo sin dialéctica sería un mundo sin cambios y querer estar por encima de ella es ir un poco más lejos de la nada.  Ahí está la ciencia para demostrarlo.  Y un teatro sin ciencia tampoco puede transformarse ni transformar.  Claro está, los dramaturgos pueden hablar ahora de un teatro científico e ir más lejos: pueden hablar de un teatro con conciencia; pero la artimaña les puede más que la razón y la producción teatral se ve afectada por la maquinación intelectual de la búsqueda incesante de una nueva y mejor filosofía para el teatro contemporáneo.
No en vano los festivales teatrales se desbordan en gastos; y es que al público siempre hay que llevarle entretenimiento, cuestiones superfluas, vida en blanco y negro.  La prioridad del conocimiento siempre es relegada, olvidada y desplazada por la mofa, el malabarismo y el planteamiento equivocado de situaciones que el gran arte del teatro trae consigo.
Además, con el disfraz de que aquí no pasa nada, sin ningún sonrojamiento y con el más atrevido descaro, le arrebatan a la realidad su idoneidad dialéctica queriendo aparentar cualquier amago de inconformismo como un concepto anticuado que según ellos, solo los equivocados cavernarios profesan.
¡Eso es para reírse!: si es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.  Es a esos “anticuados cavernarios” a quienes se les debe tanto; son ellos quienes se han tomado la molestia de buscar y encontrar la explicación de las cosas de una manera comprobable, es por ellos que el mundo, el hombre y el universo se han ido descifrando.
El problema es que estos “anticuados cavernarios” han venido descubriendo que somos engañados y que es mucho y todo lo que se puede hacer para no seguir en la misma situación de explotación, miseria y opresión.  Entonces, ¿esos señalamientos de dramaturgos reaccionarios del gran arte, no resultan ser como patadas de ahogado?  Claro que lo son, porque si en realidad existen anticuados cavernarios son esos que quieren mantener subyugadas a millones de personas con el régimen de explotación del hombre por el hombre.  Esos sí son los anticientíficos que no resistirían un debate en cualquiera de los temas que se propongan sostener (si es que se proponen); porque aunque ignoren que la ciencia está hecha para el beneficio de la humanidad y no de una sola clase social, la realidad siempre les va a pesar sobre la nuca y por eso (y como eslabón de la cadena) el teatro se hace importante como historizador y visionario de las clases oprimidas.  Un teatro con ciencia irremediablemente será un teatro con conciencia.


El arte, cuando es bueno, es siempre entretenimiento. Bertolt Brecht

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