LAS
SILLAS VACÍAS
Grupo
Teatral Antípoda: Diez Años
Por:
L.F. Nikho
Recuerdo
muy bien que fue en el mes de Julio del año 2001 (y lo recuerdo porque así está
estipulado en ciertas hojas que escribíamos a manera de acta y que aún
conservo). La inquietud, la necesidad, el inconformismo, el deseo de exponer
algo diferente en el arte y que de alguna forma nos hacía sentir reprimidos,
nos condujo a mi amigo Yovani Serna y a mí, a plantearnos un propósito de
elaborar un arte con sentido social y que no fuera excluyente; un arte con el
cual mostrásemos una cara diferente, opuesta, a los esquemas tradicionales del
arte al que estábamos acostumbrados a ver y que así mismo, se enfocara hacia
las necesidades y denuncias de quienes ya desde nuestra juventud llamábamos
oprimidos.
Fue
entonces que para el mes de Octubre del mismo año, la idea ya estaba caminando y
a través de una convocatoria que habíamos realizado, un total de doce personas conformábamos un grupo teatral al cual le llamamos: Grupo
Teatral Antípoda.
Fueron
tiempos que jamás olvidaré, que yacen en recuerdos preñados de nostalgia y que
fueron el inicio de tantas risas y de tantas lágrimas que sólo en las vivencias
se pueden conocer. Era increíble que
ante las muchas adversidades, ante los obstáculos infaltables que en la vida
existen, pudiésemos realizar nuestra primera obra teatral (de autoría propia): “Un
Cuento de Futuro”, y ¡ahhhh!, saboreamos el éxito que traen los
aplausos con la misma intensidad que aún hoy los disfrutamos. -El aplauso: versión más sincera y gratitud
más satisfactoria que un artista pueda conocer-. Solamente habían transcurrido quince días
desde aquella primera presentación y fuimos invitados al Primer Festival
Departamental de Teatro en Aranzazu (Caldas), y con tan pocos días de ensayos,
y con tan sólo una presentación como experiencia, fuimos merecedores a una
Mención de Honor que para nosotros fue como haber ganado. Además, agréguenle los excelentes comentarios
del público sobre nuestras dos presentaciones: algo totalmente diferente que
había trascendido la óptica y el entender de quienes empezaban a digerir un
teatro para oprimidos llegado desde una de las comunas más conflictivas de
Manizales.
No
me desgastaré contando los mil infortunios y las diez mil satisfacciones que
hasta hoy han sido parte de este corto-largo trasegar; pues en el primer caso,
todo queda como una colección graciosa de hechos anecdóticos que hoy nos producen
risa, aunque en sus momentos nos hacían llorar o maldecir; y en el segundo
caso, es la experiencia que se ha adquirido y con la cual de una forma u otra,
plantamos un nombre que no será fácil de olvidar ni por nosotros los de ahora,
ni por los de ayer, ni por nuestro querido y paciente público.
Hoy
venimos a decirle al mundo con un orgullo sincero, fino y humilde, que son diez
años, una década a pesar de todo; diez años que van dedicados a los conformantes y no conformistas, que han
posibilitado esta existencia plena de teatro; a ellos, a los que llamo “los
de ahora”, y a los que los antecedieron y que pertenecen a las sillas
vacías del escenario pero que tienen nombre propio y son “los de ayer”. Mis viejos camaradas, mis ausentes
pedazos de batallas compartidas… en fin, ellos saben a quienes me refiero con
tanta nostalgia reprimida.
Pero,
de un modo más especial (y no por ello de mayor relevancia), estos diez años
van dedicados a una determinada silla vacía: a la de Ángela
María Valencia Caviedes, quien (recuerdo muy bien), llegó una
tarde cualquiera de un día corriente, pidiendo asesoría teatral para un grupo
juvenil que ella dirigía; pero la vida la dejó trabajando con nosotros por
algunos años y hay que destacar abiertamente que a pesar de sus sueños
idealistas, cumplió a cabalidad y tal vez más, el papel de sus
responsabilidades artísticas y otros que tenían que ver también con esta forma del
arte revolucionario.
Fue
bueno compartir aquellos espacios, aquel tiempo de horas trajinadas por el
trabajo teatral con “Caviedes” (como
le llamaba yo), quien junto a Diana Marcela Loaiza, se convirtieron por mucho
tiempo en la imagen de Antípoda, pues eran quienes conseguían los contratos de
presentaciones, los patrocinios, las colaboraciones económicas y además, eran
íconos importantes de la actuación en la esfera de nuestro grupo.
Hoy
“Caviedes” ya no está compartiendo sus sueños idealistas con nosotros, ya no
canta los coros de las baladas americanas que tanto le gustaban, ni se hace en
un rincón a sollozar tristezas que quién sabe por qué diablos le ahogaban la
garganta; ya no la vemos distraída en los ensayos con la mirada perdida tal vez
atrapando sueños, ni la vemos llegar afanada con sus bolsas improvisadas para
guardar su “utilería”; el infortunio se la llevó para regresarla nunca más, y
como una vida vale tanto, y como ella compartió algunos años de su vida con
nosotros –realmente los últimos que le quedaban-, estos diez años del Grupo
Teatral Antípoda son dedicados a ella: Ángela María Valencia
Caviedes, la silla vacía que nunca volverá a ser
ocupada.
Creo
que todos los integrantes y ex integrantes del Grupo Teatral Antípoda sabrán comprender y respetar la dedicación
de estos diez años, que no tienen la misma resonancia de cuando cumplimos el
primero, el segundo y los tres, pero no se trata de celebraciones
carnavalescas, ni bombos ni platillos, basta sólo decir a modo personal, que
agradezco profundamente a todos quienes han tenido que ver con esta forma de
hacer arte: a mis compañeros y ex compañeros, a quienes nos han apoyado y
creído en nuestra causa, a quienes han criticado constructivamente, a quienes
sin conocernos nos brindaron su apoyo, en fin, a todos que siendo oprimidos
encontraron en el teatro que nosotros ofrecemos, una identificación plena y
conciente de lo que es la lucha de clases sociales.
He
visto pasar con esta acumulación de tiempo, a muchos compañeros, algunos de la
infancia y otros de ocasión; muchos que han llegado a Antípoda con las pretensiones
de la fama, otros por curiosidad y los demás por convicción. Ninguno de nosotros es irremplazable hasta
que sea imprescindible, como dijera Bertolt Brecht; pero algo es cierto y
aprendido por mi experiencia: cada silla que hoy ya no es ocupada por alguno de
los de ayer, en todo caso es respetada por todos los que son hoy. El mérito no es mío… sino, siempre y
únicamente de ustedes compañeros.
Gracias
a todos, perdonen las redundancias y que el tiempo, alguna vez, nos permita
cumplir otros diez años.
Obras Presentadas en Oreden Cronológico:
Un Cuento de Futuro 2001
Dácaro y la Analogía del Regreso Triste 2002
Meridiano 74 2002
Sueños Antropomorfos 2002
El Síndrome del Letargo 2003
Huesos de Metal 2003
Entre las Cenizas del Olvido 2004
Un Problema Social (Creación Colectiva) 2004
La Condena 2004
La Ejecución 2005
Artículo de Producción 2005
Dácaro y la Analogía del Regreso Triste Segunda Versión: Los Sueños 2005
Retazos 2005-2006
La Mujer Triste 2006
Performances e Improvisaciones 2006
Monólogo de las Cadenas 2006
Trazos para el Dibujo de un Grito Reprimido 2006
Masacres, Huelgas y Opresión 2006
Máscaras 2007
La Cita (Escrita por Nancy Valencia-L. F. Nikho) 2007
Monólogo del Despreciado 2009
Los de Ayer 2009
Claustrofobia 2011
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