TEATRO ANTÍPODA

sábado, 3 de octubre de 2009

El Buen Arte Viene Desde Abajo… El Imprescindible Viene Desde los Oprimidos

Me parece justo el que pueda permitírseme responder a la crítica que se me ha hecho en el pasado Nro. 278 del Semanario Revolución Obrera p. 12 y cuyo artículo se titula: “El Buen Arte Viene Desde Abajo”.
Ante todo, he de agradecer al compañero (cualquiera sea su nombre) por tomarse el tiempo y la seria responsabilidad de preocuparse en construir un artículo con la finalidad de enriquecer el trabajo de los artistas que enfocamos nuestras hechuras hacia una estética científicamente revolucionaria. ¡Bienvenida sea siempre la buena crítica!
Sin embargo, pienso que no tanto la forma, como sí el fondo, pueda revelar una inclinación pequeñoburguesa de escribir en algunos casos. (Hay quienes siendo marxistas detestan al insufrible de Poe por el contenido de sus “Narraciones Extraordinarias”, pero hay quienes admiramos la forma de su narrativa en su por ejemplo, “Eureka”; el mismo Marx admiraba a Goethe y a Balzac).
Si bien al escribir, la forma ha de ser natural, también debería expresar al menos el intento de una sana elaboración pulimentada que no solamente busque “elevar” el nivel de los oprimidos, sino que también se percate de exterminar los brotes populacheros de un lenguaje vulgar y tergiversado cuyo sello es impuesto por la burguesía. (Entiéndase de antemano, que no estoy confundiendo sencillez con populacherismo).
“… ¡Es la suficiencia del periodista que debe resolver todas las dificultades, pero los resultados son en proporción a ella! Se diría a veces que estos señores creen que todo es siempre demasiado bueno para los obreros. ¡Si esos señores supieran a qué punto Marx consideraba que sus mejores producciones no eran aun bastante buenas para los obreros, y cómo veía como un crimen el ofrecer a los obreros algo que estuviera por debajo de lo perfecto!...” (Aparte de una carta de F. Engels a C. Schmidt, 5 de agosto de 1890).
Una cosa es tratar de ornamentar palabras al estilo barroco con los fines puramente de un esteticismo que raya al punto de la exageración, el hastío y lo innecesario originando un contenido confuso, vacío y por qué no, absurdo y algo muy diferente, es utilizar palabras o frases que intenten expresar una idea concreta a través de un estilo típico.
Tal vez muchos oprimidos no sepan leer y escribir, pero en ningún caso debe suponérseles tontos. De mi abuela por ejemplo, que es analfabeta, escuché por primera vez la palabra “soslayo” queriendo significar: “de reojo”; un día, durante un ejercicio de un curso de inglés al cual asistía y al cual también asistían pequeños y medianos burgueses, intentábamos construir una oración con la frase: “de reojo” y al no hallar “reojo” en el diccionario de inglés, yo propuse su sinónimo: “soslayo” y ¡oh sorpresa! Ninguno de los estudiantes sabía que esa palabra existía. ¡Jamás en sus vidas la habían escuchado! Aun a pesar de ser estudiantes de universidad privada, profesionales hechos y derechos y hasta yo: un “Don Nadie” para cualquiera. Lo mejor de todo, fue que encontramos la palabra “soslayo” en el diccionario de inglés y el profesor me felicitó aduciendo que eso decía mucho de la persona (pues ese mérito es de mi vieja abuela materna y debe decir mucho de ella aunque sea analfabeta). Y podría traer a colación muchos ejemplos pero, en todo caso, este no es el propósito. El oprimido no es tonto, para la muestra, un Máximo Gorki.
Así mismo, quisiera saber de qué manera soy excluyente, pues esto causa hondas preocupaciones al alimento de mi conciencia que hasta el día de hoy, considero ciento por ciento hija de la opresión.
Pues si bien el compañero en mención que dice conocer a jóvenes campesinos con poca escolaridad; que habrá compartido alguna cerveza con mecánicos ingeniosos; en fin, que conoce a sencillas cocineras, costureras, secretarias, etc., yo en cambio, no sólo conozco y comparto con ellos, sino que igualmente vivo con y soy uno de ellos. He sido desde recolector de café, obrero de construcción, operario de maquinaria pesada en una fábrica de producción; hasta plomero, celador, productor de papel ecológico, almacenista, artesano de la guadua, mensajero, ayudante de carpintería, vendedor de minutos, agente de call center y ahora desempleado del estrato uno por si acaso y sin universidad.
Si eso no determina en mi conciencia quién soy y quiénes somos, no sabría entonces hacia dónde enfocar mis propósitos de cultura proletaria.
Ahora bien, nos hemos ido acostumbrando a la maná frase de que “todo lo del pobre es robado” y que por ello, “viene desde abajo”, ¡que franca manera de darnos un sitio inmerecido! El estar abajo es una concepción burguesa que se simboliza a través de la pirámide capitalista, así es como “los de arriba” nos lo quieren hacer ver y por eso es un símbolo (perpetúa la imagen). Mas para nosotros los oprimidos sólo debe ser un significante que aliente a la transformación social.
Creo que la verdad es otra, el buen arte no es peor ni mejor, es imprescindible de la lucha; sólo lo mejor corresponde a la competencia encarnizada hasta de los propios hermanos de clase; sólo lo peor es la frustración que impone la estética burguesa. El arte sirve o no sirve, es necesario o innecesario y así es que puede ser o no ser imprescindible para los oprimidos.
En cuanto a mis escritos sobre teatro, en ningún caso he querido colocar al teatro por encima o debajo de cualquier otra manifestación artística o literaria, lo que a bien he pretendido exponer es ante todo, su universalidad y confluencia con otras artes que en sus fines específicos y propiedades, no podrían tener en cuenta al teatro como sí este lo puede hacer. Además, al referirme que “…una gran obra teatral puede motivar a la acción. Inclusive cambiar conceptos y aunque el lector no lo crea, modos de vivir…” no me estoy inventando nada. Sólo trato de comunicarme a través de la experiencia propia y la de otros, y de la investigación de la historia.
Pisistrato y Solón, ¿acaso ellos no aplacaban las masas de campesinos con obras teatrales? Diderot, ¿él mismo no consideraba el teatro como uno de los medios de propaganda más eficaces, capaz de educar a las masas? Para no ir más lejos, en muchas ocasiones, el Grupo Teatral Antípoda después de innumerables representaciones ha sido abordado por gente “simple”, sencilla; por obreros rasos sin ningún conocimiento del medio teatral y nos han gratificado más que con el aplauso, con la famosa pretensión brechtiana: “Oigan compañeros: eso yo no lo había visto de ese modo…” o por ejemplo: “llevo más de quince años en el sindicato, y sólo hasta ahora vengo a entender por qué estoy luchando”. O también: “¡Eh avemaría, uno que se la pasa fumando marihuana todo el día, y habiendo tantas cosas por las que luchar!…”. Igualmente, integrantes de dicho grupo que tuvieron problemas con las drogas, hoy no quieren saber ni del humo de un cigarrillo. Quienes conocen nuestro trabajo sabrán dar fe de lo que expreso aquí.
Para finalizar, pongo a consideración las palabras del propio Marx y con las cuales me atreví a hacer un ejercicio de comprensión de lectura con varias personas “del común” y… como digo en una de mis obras teatrales: “…que el público saque sus propias concusiones.”
“Mi propiedad es la forma, ella constituye mi individualidad espiritual. Le style, c’est l’homme. (El estilo, es el hombre [en francés en el original]). ¡Y de qué manera! ¡La ley me permite escribir, pero en otro estilo que el mío! Tengo el derecho de mostrar la figura de mi espíritu, ¡pero a condición de darle primero los pliegues prescritos! ¿Qué hombre de honor no enrojecería ante parecida pretensión y no preferiría ocultar la cabeza bajo la toga? La toga, al menos, deja suponer una cabeza de Júpiter. Los pliegues prescritos no significan otra cosa que bonne mine a mauvais jeu. (Buena cara al mal juego. [En francés en el original]).
Admiráis la encantadora variedad, la riqueza inagotable de la naturaleza. No exigís que la rosa tenga el perfume de la violeta, pero lo que hay de más rico, el espíritu, ¿no debe tener la facultad de existir más de una sola manera? Soy un humorista, pero la ley me ordena escribir seriamente. Soy osado, pero la ley ordena que mi estilo sea modesto. Gris sobre gris, he aquí el color único, el color autorizado de la libertad. La menor gota de rocío en la que el sol se refleja, escintila en un inagotable juego de colores, pero el sol del espíritu, cualquiera que sea el número de individuos y la naturaleza de los objetos en que se quiebra, sólo podría dar un color, ¡el color oficial! La forma esencial del espíritu es la alegría, la luz, y vosotros hacéis sólo de la sombra su manifestación adecuada; sólo puede ir vestido de negro, mas no hay flor negra entre las flores. La esencia del espíritu es siempre la verdad misma. ¿Y qué le fijáis como esencia? La modestia. Sólo el mendigo es modesto, dice Goethe; ¿y queréis transformar el espíritu en tal mendigo? ¿O la modestia no sería sino esta modestia del genio de que habla Shiller? Entonces, transformad primero a todos vuestros conciudadanos en genios.”
C. Marx: Notas sobre la reciente instrucción prusiana relativa a la censura. Obras, Mega, t. I, p. 154.
L. F. Nikho

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