TEATRO ANTÍPODA

martes, 29 de mayo de 2012


En Búsqueda de Aficionados
Por: L. F.  Nikho



 Hoy por hoy la mayoría de grupos teatrales y particularmente, los grupos aficionados, carecen de una producción dramatúrgica original que los haga destacar y por el contrario, sus producciones son de muy baja calidad artística e ideológica.  Y es que a estos héroes improvisados de la acción dramática, les ha tocado una época de prostitución artística desvelada por la oferta y la demanda.
El capitalismo  requiere de producciones cada vez más  elaboradas que satisfagan las necesidades previamente creadas en el público; el entretenimiento (léase aletargamiento), tiene que cumplir toda una serie de imposiciones sistematizadas que encajen perfectamente en las normativas  del sistema, para que pueda ser consumido (léase devorado) y aceptado.
No es raro escuchar a la crítica teatral (que en todo caso es burguesa o formada en su academia), lanzar profundas voces de preocupación por la escasez de producción dramática original; consumados por la repetición de la repetidera, tratan de encontrar nuevas tácticas para mantener al público en la sin razón, y acuñar obligadamente dizque “nuevos conceptos” que vergonzosamente para ellos, siguen siendo los mismos.
Las adaptaciones están sobre la mesa en actitud de espera, mientras algunos dramaturgos se apiadan de alguna obra del pasado para contemporanizarla y aplicarla a las situaciones actuales, otros más perezosos o tal vez, menos creativos, “reencauchan” a Calderón de la Barca, William Shakespeare, o a Eurípides, esto por poner algunos ejemplos, en un afán desmesurado por llenar el espacio que no es ocupado por la originalidad.
Pero la realidad es inevitable y las crisis del capitalismo son el mejor espejo para demostrarlo, ya no hay algo nuevo que inventar para el arte dramático al servicio del sistema; todo resulta añejo mientras se siga desconociendo el precepto del materialismo dialéctico y su relación con las ciencias y las luchas sociales que nos enseña el marxismo.
Por lo tanto, gran parte del teatro actual está obligado a una crisis que se hace compleja por sí sola y que es circunstancial a las crisis del sistema capitalista.
Los grupos aficionados de teatro, difícilmente podrán mantenerse mientras sus ideales estén encaminados hacia la fama, cuyo concepto es aburguesado y la burguesía, a pesar suyo, tiende a desaparecer. Con mayor razón en países tercermundistas  donde el presupuesto cultural es ínfimo y otros medios de comunicación de más fácil acceso como la televisión, han ido desplazando paulatinamente las necesidades culturales de nuestro tiempo.
El embotamiento conceptual de los grupos aficionados, los obliga a pensar que su producción debe perpetuarse hacia un arte de entretenimiento nada más, sin importar qué ni cómo lo hagan.  Una técnica teatral servil va diluyendo las aspiraciones de los grupos teatrales aficionados, y ubicándolos en una fila de espera, para que puedan salir a la luz pública y lleguen a ser reconocidos sirvientes del capitalismo, soldados del embrutecimiento, payasos de la democracia.
De manipulados, pasan a ser manipuladores; convencidos ciegamente del progreso, invadidos por una amnesia desdichada de un pasado frustrante, se van sintiendo triunfadores de un mundo feliz que por fin les abrió las puertas engañosas de la fama; ahí, encuentran el oasis para el delirio febril de su espejismo y la mentira “triunfa” sobre la verdad, aunque sólo sea por lapsos de tiempo.
Claro, esto puede aplicarse en el caso de un grupo abrazado por la “suerte” o porque resultan haciendo las cosas como precisamente el sistema capitalista necesita.
Sin embargo, mientras los acontecimientos  sigan siendo como son ahora, habrá muchos grupos que se quedarán en la clandestinidad y otros, morirán sin haber pisado un escenario.
En cambio, podemos asegurar un mejor porvenir para grupos que llevan una labor educativa al público proletario y campesino, donde las fuerzas se están modificando dialécticamente y son responsables de la transformación.
La tarea por lograr grupos teatrales con posición de clase política e ideológica al servicio de los oprimidos, se hace más difícil si se tiene en cuenta la desventaja económica con la que cuentan, pero éste no debe de pasar de ser un obstáculo franqueable a un problema sin solución.  Un grupo con perspectivas de transformación, debe o debería apoyarse en las masas populares proletarias y campesinas  y en las organizaciones que están al frente de la lucha.  Buscar apoyo de una manera significativa por parte de las entidades burguesas, es como pedirle peras al olmo, máxime, ante una política reaccionaria y fascista que quiere conservarse.  Aunque esto no es del todo cierto (a modo de contradecirme), ya que el arte revolucionario de este tiempo se ha estancado y no representa por ahora una fuerza que le haga verdadero contrapeso al aparato burgués por lo que no se le presta mucha atención desde la represión (en este aspecto tendríamos que ser más tácticos y aprovechar el asunto).
Toda organización que de alguna forma luche por las necesidades de los proletarios, está en el deber y la obligación de promover, fomentar y ayudar a todas aquellas ideas y acciones que promulguen una educación popular para el conocimiento de la realidad social; deben apoyarse unos y otros como complemento de la misma causa, sin desconocer en ningún momento, la posición básica del marxismo como ciencia de la lucha de las clases sociales y eliminar los conceptos amañados y convenencieros de organizaciones  que trabajan malintencionadamente, bajo el sello falsificado de las causas proletarias.
Con este estado de cosas, los grupos aficionados de teatro deberían empezar a educarse con los fines de la clase del proletariado, donde seguramente tendrán mayor acogida y luego revertir el conocimiento en forma de arte al mismo proletariado y olvidarse del fantasma de la frustración.  Deben empezar a eliminar el concepto burgués del teatro y dar cumplimiento al proceso depurativo, que les llevará a encontrar la verdadera esencia y los desligará de la forma  aparente de un teatro destructivo y opresor.
Los grupos profesionales, así como los actores, los directores y los dramaturgos, al fin y al cabo, ya están contaminados por la experiencia de la fama y es en ellos donde encontramos a los más fieles y tercos aduladores del sistema, que van promulgando doctrinas esnobistas “cada vez más nuevas para ellos”, de liberación y cambio como quien vende el elíxir de la juventud, o la quinta esencia del teatro, con formulaciones subjetivas fuera de toda ciencia.
A éstos es mucho más difícil de rescatar, salvo contadas excepciones, pues ya en la cabeza, el callo de la ambición capitalista les ha borrado la libertad de pensar, bajo el grandioso nombre de Teatro Contemporáneo, que ya hace escuela desde el siglo pasado y que sin duda, como el sistema capitalista,  tiende a desaparecer y sólo servirá de anécdota dentro de algunos años.  Un teatro que ha confundido su entorno y época en un desesperado afán por mantenerse; una guerra sin cuartel hacia las tendencias; una desmesurada búsqueda de la modernidad, porque el ser moderno es tener la razón, según las nuevas visiones capitalistas de la tan mentada globalización, que realmente quiere decir: ensanchamiento del poder capitalista.
Sin quererlo y muchas veces sin saberlo, los grupos teatrales se llenan de una imposibilidad artística que les hace mella en la degradación social.  Se encandilan de conocimiento falso y erradamente terminan defendiendo a todo un aparato que jamás les permitirá llegar al poder.
Sobre la regla estética las universidades van encausando hacia la fila de los ejércitos de artistas sin conciencia de clase, cúmulos y cúmulos de nuevos discípulos de la vanguardia contemporánea; “desclasados” que naufragan en el mar de espera de las oportunidades; irreverentes genios de la irracionalidad y fingidos héroes del compromiso.  Así con el tiempo, y con mucha dedicación, el nuevo arte puede contar con suficiente masa encefálica capacitada para la producción creadora del embelesamiento.
Aunque en nuestros días el gran arte ha ido perdiendo su esencia creativa y el glamur de una tetas y un culo bien formados, además de un pecho musculoso y el mentón de un macho viril bien proporcionado, han desbancado a los talentosos forjadores de la actuación que quizá en algún momento fueron rescatables, las esperanzas no son vanas hacia el futuro del cambio y de un mundo justo y equilibrado.  La intelectualidad de los pensadores progresistas que admiten el cambio de la sociedad, no puede verse opacada por quienes niegan el sentido cognitivo de los hechos que diariamente la naturaleza expone, a mucho pesar de los famosos idealistas que opinan lo contrario.
Ni qué decir de la literatura dramática, a la que han asesinado despiadadamente con una fraseología absurda, acomodada e impuesta como parte del esnobismo actual que hay que soportar porque es la nueva forma de identificación de los jóvenes de hoy.  Más bien (diríamos algunos), un lenguaje calamitoso de excesiva inconcordancia que es el orgullo y el deleite de las promesas lingüísticas de este tiempo.
La lucha inicial debe efectuarse hacia el rescate de los grupos aficionados de teatro que, aunque el entorno del sistema les ha ido forzando una manera de pensar, aun conservan una esencia de inquietud e inconformismo a pesar de que éste sea acientífico.  Hay que madurarlos con paciencia y edificar en ellos las bases de la conciencia social.  Con la organización de programas educativos y la formación de escuelas de arte al servicio de los proletarios y los campesinos, se dará un gran paso hacia las metas propuestas que buscan un mundo mejor.
Antes que despreciarlos, hay que cobijarlos y estratégicamente ponerlos sobre el camino de la razón.
Con programas de formación ideológica y de formación artística con la visión de las necesidades del proletariado, debe tratarse de cultivar mentes frescas que puedan mantener el espíritu educativo de una sociedad que está obligada a buscar el cambio.   
Mientras tanto, dejémosles a los fanfarrones del pobre teatro de la fijación, un camino expedito hacia el fracaso, la humillación servil y la ignorancia fantasiosa.  Pues ellos, que hoy piensan de nosotros los artistas proletarios como si fuésemos los ignorantes, los pasados de moda, los panfletarios, algún día tendrán que lavar su ropa sucia en las purificadas aguas que hoy nosotros proponemos. 
Ya desde hace tiempo venimos dando los pasos hacia un teatro proletario; nuestra razón y causa, se han venido fortaleciendo tomando argumentos de aquí y de allá, en franca lid contra los diferentes conceptos que a mi modo de ver, resultan anticuados para la lógica diaria del materialismo dialectico confirmado por la ciencia.  Y es que el negarnos en la era científica del marxismo y pretenderlo enterrar “como una doctrina sin causa actual”, nos haría ver como cavernarios abismados en un desentendimiento primitivo de la  naturaleza.
Quizá Meyerhold, Piscator y Brecht, no dieron los primeros pasos en lo que al teatro se refiere, pero sí empezaron a dar los más importantes en cuanto a la lucha social a través del teatro como conciencia puede dar.
No queda como especulación este propósito que guarda la firme esperanza de hallar eco en una realidad futura y necesaria…



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