TEATRO ANTÍPODA

jueves, 20 de agosto de 2009

EL TEATRO POLÍTICO


El teatro como manifestación cultural del hombre, es también, en consecuencia, manifestación de su ideología y por tanto: de su forma política.
La historia del teatro desde sus raíces, hasta el día de hoy, ha estado involucrada con el hecho político ya sea conciente o inconscientemente, declarado o escondido; en fin, el teatro ha hecho parte de los cambios sociales, económicos y políticos de la historia humana.
Aquel que asegure de un modo contundente que sólo a finales del siglo XIX y todo el siglo XX apenas se empezaron a vislumbrar las razones de un teatro político, es inspirado por una falsa consigna snob, que ve en las teorías vanguardistas del teatro (las cuales proliferan a partir de la revolución industrial, el auge acelerado de los descubrimientos científicos y las diferentes manifestaciones revolucionarias {anarquismo, marxismo, etc.}) como la génesis “todopoderosa” del teatro político y definitivo.
Uno ve cómo una especie de negligencia adrede se aferra de muchos teóricos teatrales; sólo aceptan la política en el teatro a partir del teórico alemán Erwin Piscator (1893-1966). De hecho, (inclusive intelectuales comunistas) es considerado como el padre del teatro político.
Particularmente me alejo un poco, o mucho, de tal afirmación, con la tentativa de que se me considere “hereje” al respecto. Pues a pesar de que reconozco en Piscator a uno de los grandes maestros del teatro político abiertamente declarado, también mis consideraciones debo enfrentarlas a investigaciones de mayor profundidad; es decir, más allá del asunto sensacional de los descubrimientos piscatorianos, y hallar por propia cuenta, otros resultados que ineludiblemente tienen que ver desde los orígenes occidentales del teatro y que por diferentes razones, ya sea con intención o sin ella, se han relegado a la gruesa capa del conformismo.

Esto implica despojarme de un dogmatismo contagioso proveniente de la academia, la mayoría de sus autores y el medio teatral contemporáneo, que se esfuerzan por vender ideas cada vez más complicadas y cada vez más alejadas de la realidad. Algo así como un recetario de cocina lleno de formulaciones perspectivistas y a lo sumo, con una investigación superficial del tema tratado.
He escuchado y leído, por ejemplo, a teóricos teatrales que son el “boom” del teatro actual, los he escuchado manifestarse respecto a la genialidad de Bertolt Brecht; pero lo desgajan y sólo toman la parte teórica de la forma del teatro épico y lo que tiene que ver con el marxismo, fluye de sus bocas expertas, como anécdota y no, como la verdadera importancia que éste tiene en las concepciones brechtianas de la escena. Porque si Brecht es importante aún hoy, es por su vigencia con el marxismo; por el trabajo científico de la dramaturgia enfocado al proletariado y que lo distancian de otros enfoques convencidos de ser revolucionarios.

Igualmente, hay que ponderar la importancia del teórico actor y director teatral ruso Vsévolod Meyerhold (1874-1940) quien a mi modo de ver es el verdadero padre del teatro político abiertamente comprometido si se compara cronológicamente con las hechuras piscatorianas, insisto, a partir de un teatro político abiertamente declarado; porque siempre ha existido el teatro político aunque no sea abiertamente declarado.
Por eso rechazo categóricamente el dogmatismo de la academia, de sus autores y del teatro contemporáneo. Porque desde allí se laurean los recetarios; doctoran la imbecibilidad y gradúan a los futuros teatrantes con el honoris causa del teatro burgués y la demagogia de una historia que se detuvo en el supuesto de un sistema social que dizque es el ideal catapultándolos al mundo sórdido de la ambición y sus consecuencias.

L. F. Nikho

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