Por:
L.F. Nikho

Sin
embargo, si atrevemos ir un poco más allá, y a lidia de cansar con la misma
idea, repetimos que es precisamente por no ser revolucionario, que la burguesía
llama Teatro Revolucionario a las famosas ideas “vanguardistas” de quienes ya
nos hemos referido más arriba, la razón no hay que hallarla en los más complicados
tratados de filosofía, basta entender sencillamente, que este tipo de teatro
(seudo-revolucionario), no representa ningún peligro para la opresión.

Al
teatro callejero no le han quedado más recursos que los sancos y la herencia
circense y burlesca que a veces en la improvisación del payaso o del mimo, o de
una simple escena muda “enriquecida” por el símbolo, especula con atisbos de
esencia teatral. En otros casos,
múltiples situaciones que no se sabe si hacen parte del arte del teatro o “del
relleno teatral”, se vinculan a la escena como la nueva técnica y,
curiosamente, la palabra ha sido exterminada, pulverizada, reemplazada por la capacidad
corporal ya sea en el malabarismo del circo, la danza contemporánea o finalmente
en el teatro CRUELMENTE POBRE
(espero se entienda el sarcasmo). Creo sinceramente
que las academias ya no necesitan de instructores de la voz cuando se trate de
hacer teatro, para tal caso, es mejor que contraten expertos ingenieros de
sonido y por qué no, dramaturgos que sólo sepan escribir en jeroglífico.
Definitivamente
no sé de qué nos enorgullecemos tanto, después de cada festival teatral; me
imagino que los números estadísticos son más importantes que la esencia del
teatro. Pues se hace más relevancia a
cuántas compañías se contrataron, cuántas obras teatrales en sala y en la calle
se presentaron, cuánto público asistió, etc., que al contenido y lo que quedó
después en la conciencia del espectador.
Es
que el teatro no es el acto del equilibrista del circo ni el del contorsionista;
tampoco es ni se le debe confundir con la danza contemporánea ni el “tragafuegos”
de la calle. Sin duda que estas artes u
oficios han de contribuir de algún modo en la escena teatral pero no son el
teatro (y teniendo cuidado de que lo representado diga algo lógico y no ambiguo
y sin sentido). Entonces, no se entiende
por qué razón se contratan para los FESTIVALES DE TEATRO grupos,
compañías e individuos que más tienen que ver con el acto circense o el arte de
las danzas, que con el teatro propiamente dicho.
¿Acaso
no sería mucho más valioso que ese presupuesto económico se utilizara en grupos
aficionados que puedan empezar a desarrollar un palmarés, o en la creación de
escuelas en los lugares donde la cultura sólo se asoma en forma de masacres y
hambre?


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