TEATRO ANTÍPODA

martes, 19 de enero de 2010

DEL REALISMO AL REALISMO DIALÉCTICO Parte III: El Relaismo Socialista y El Realismo Dialéctico (Entre lo Performativo y lo Típico)

Debo reconocer que se me hace difícil abordar un tema que se ha ganado sus críticos y sus afines a causa de ser tan incomprendido como desconocido. (El Realismo socialista en primer lugar y El Realismo Dialéctico en segundo).
Y es que El Realismo Socialista es el agridulce de las corrientes estéticas revolucionarias que, dicho sea de paso, no es que sean muchas. El Realismo Socialista es la mayor expresión artística y literaria de los países socialistas que se inició a partir de la revolución rusa en 1917 y con más profusión desde 1932 en el gobierno de José Stalin (en la Unión Soviética; China, Korea del Norte, etc.).
Inicialmente esta corriente estética se vio representada en las tendencias vanguardistas de los primeros años del siglo XX; y que, con un viraje radical, excluyó luego de la actividad cultural empeñándose en promover un arte de exaltación al proletariado y a la política comunista.
A mi juicio, los fines del Realismo socialista son buenos, pero los métodos utilizados son ineficaces en cuanto pretenden mostrar una realidad inmediata y ensalzada sin tener en cuenta los cambios históricos que se produjeron para llegar a ella y más aún, a la cual se puede llegar con acuerdo a una concepción del mundo que admite la transformación dialectico-materialista.
Recuérdese que en el sistema socialista todavía cohabitan las clases sociales con todo y sus contradicciones; en este periodo existe y subsiste el movimiento dialéctico que ha de llevar a una situación histórica sin dependencia de Estado como lo es el comunismo. Pero el limitar al arte al sólo hecho anecdótico del obrero musculoso, del campesino sonriente en los campos de trigo, de las canciones victoriosas del proletariado o de la literatura positivista, era pasar por alto el carácter transitorio del socialismo y engañar con la fijación idealizada que a su vez, es la herramienta perentoria del Realismo burgués y sus confluentes.
Porque aunque es cierto que el sistema socialista –por todas las razones- “es mejor” que el sistema capitalista, también debemos suponer que no es el ideal; o sino, ¿para qué llegar al comunismo?

La ponderabilidad del Realismo Socialista está en que recoge de las vanguardias una ideología inconforme contrapuesta (en apariencia) al Realismo burgués; su aspecto contradictorio radica en que la acción artística y literal, adquieren una forma únicamente performativa, esto es, que el arte se convierte en un estilo propagandístico, panfletario y en el mejor de los casos, documental; deformando en un arte y literaturas sirvientes. Se pierde la característica de historización que fundamentalmente se halla en el Realismo Dialéctico.
De cierto modo, el Realismo socialista petrifica la imagen del arte al insinuar el sistema ideal como algo ya logrado, o al interpretar sucesos actuales como si fueran simples quejas de situaciones arbitrarias del régimen capitalista.
La exaltación del proletariado es buena y merecida, siempre y cuando no se desconozca su lucha DIALÉCTICA. El artista debe comprender y enseñar la importancia del comunismo; claro está, sin tornarlo con imágenes idealizadas fuera de toda posibilidad científica. Pero así mismo, debe terquear en un modo estético que se convierta en táctica y no simple virtuosismo de la capacidad inmediata –esquema-; se trata de criticar, denunciar y proponer, en una comunión siempre dialéctica, siempre materialista y siempre histórica sin detrimento de la realidad socialista que se proyecta tanto en aciertos y errores a construir un mundo mejor, pero posible.
Esas implicaciones performativas como esencia sine qua non que se impusieron a través del Realismo Socialista, de cierta manera degradan la búsqueda del artista que en últimas, termina siendo autómata de un sistema que, paradójicamente busca la libertad. Estamos en el tiempo en el que el Realismo Dialéctico ha empezado a abrir los ojos. Diría yo que principalmente su desarrollo se ve y se verá en el teatro; a partir de Vsévolod Meyerhold el proletariado ha despuntado en el amanecer de un arte dialéctico cuya estructura más sólida fue continuada y mejorada por Bertolt Brecht y que debe ser reafirmada por nosotros los de hoy y los hombres del mañana en la procura táctica de “contemporizar” la estructura dialéctica del arte pasado, a las situaciones reales que nos plantea la contienda social actual y sus contradicciones concretas y su modo de producción concreto.

El objetivo del Realismo Dialéctico es romper el cascarón y llegar al centro del huevo, entenderlo en su conjunto y proyectarlo en su modo dialéctico que en el espectador debe ser asumido así mismo dialécticamente, con lo que implica un ejercicio reflexivo-evolutivo de ir conociendo contrapuesto al de ir aceptando, que más bien es ir siendo conforme, con el cual se llega inevitablemente a un estado pasmoso de pasividad.
Las bases del Realismo dialéctico hállanse pues en la siguiente afirmación de Federico Engels: “El Realismo supone, además de la exactitud de los detalles, la representación exacta de los caracteres típicos en circunstancias típicas”; que años más tarde fue recogida por Meyerhold y Brecht para sintetizar una nueva forma del realismo “que hace que resulte sorprendente, típico lo que es habitual”. En otras palabras, es hallar subterráneamente lo que esconde la superficie para entender el subsuelo.
Lo típico es lo particular, y lo particular en el Realismo Dialéctico es la transformación que, en sus leyes, está supeditada por cambios cuantitativos y cualitativos que se reconocen en el pasado, en el presente y en el futuro como consecuentes, no independientes o desligados unos de otros.
Las propuestas del Realismo Dialéctico deben ir encaminadas a desnudar la realidad aparente y mostrar la realidad oculta, ya sea a través de la inmediatez perentoria del insuceso diario o bien, con toda la técnica necesaria para impulsar a la reflexividad dialéctica del individuo-espectador.
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Uno podría y quisiera decir muchas cosas, pero aveces el medio no puede abarcar las minuciosidades necesarias requeridas en un escenario de discusión sobre arte político, por lo cual los temas aquí tratados sólo quedan resumidos de una idea más profunda y concreta. Además, las cuestiones del arte político van ligadas a una práctica que se desarrolla en la vivencia del arte y el espectador mutuamente.

L. F. Nikho

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