Meyerhold es distinto y en él la insatisfacción constante dio como resultado una práctica viva, escrupulosa, enormemente productiva. Actor con Stanislavsky, director de escena en la compañía de Vera Komissarjevskaya, es llamado a dirigir en el teatro Aleksandrov, con gran escándalo del mundo teatral ruso que ve en él un joven rebelde, innovador, realizador de espectáculos que, desde el punto de vista formal, nada tienen que ver con la empolvada tradición de los teatros imperiales. En esta época desarrolla los principios del «teatro de la convención consciente», en los que propone un tipo de interpretación convencional, rítmica, salmodiada – antítesis total del naturalismo – y una disposición espacial del espectáculo por la que el proscenio – zona de juego equivalente a la del teatro grecolatino – se convierte en el área fundamental de la acción con desprecio casi total del resto del escenario. Estos principios: antinaturalismo, juego frontal, valoración del proscenio y concepción del escenario como utensilio – no como «caja de misterios en la que el misterio se recrea – presidirán en lo sucesivo su trabajo, su práctica teatral.
Meyerhold, como tantos otros, ve en la Revolución el proceso de transformación que va a permitirle poner en práctica sus ideas y potenciar su capacidad creadora. En efecto, el trabajo que realizó durante quince años, por su cantidad y calidad, por sus experiencias y hallazgos, va a suponer por sí solo uno de los momentos más brillantes de la historia del teatro. Acorde con los nuevos tiempos, empapado – quizá con rapidez excesiva – de los principios fundamentales sobre los que se apoya el nuevo orden social; día a día elabora, en la práctica cotidiana, los principios de la interpretación biomecánica», según los cuales el actor debe ser un elemento productivo que elabora un juego convencional, externo, apoyado en la profunda y casi acrobática utilización del cuerpo sobre una construcción escenográfica elevada en el espacio tridimensional. Supone la concepción del actor como proletario, en posesión de la técnica depurada de su oficio, todo ello en la idea de la productividad», clave de los nuevos tiempos. En el terreno que nos ocupa las innovaciones de Meyerhold, amplias y radicales, van desde su tajante reforma del principio escenográfico hasta las nuevas concepciones del edificio teatral, que si no vieron la Iuz, estuvieron muy cerca de realizarse en su teatro de Moscú. El constructivismo, aliado artístico de la Revolución en sus primeros años, desarrolla desde muy pronto los principios del «arte productivo»: «No faltaban ya por eso en nuestra práctica indicaciones de tipo productivista. Ello se resumía en un 'material real' en un 'espacio real', y debía seguir las leyes de la construcción , el arte objetual iba asumiendo de este modo un sentido de mayor concreción. A los materiales emblemáticos de la edad del hierro sublimados finalmente en lenguaje (Sklovskij), sucedían los materiales de la vida, envueltos no sólo en el espacio físico, atmosférico, sino en el vivo del hombre que actúa, que construye» (29).
Estas ideas no sólo iban a influir sobre las artes plásticas, sino también sobre la literatura y la dramaturgia. El nexo de unión de los creadores plásticos con la práctica dramatúrgica meyerholdiana se establece agracias a la contribución determinante que algunos pintores dieron a la escena (30) primero, y a que una parte de sus conceptos fue después reelaborada por Meyerhold en su teoría biomecánica. Como afirma Ripellino, para los constructivitas la tierra prometida fue el teatro» (3$). L. Popova, por ejemplo, encontró en él al realizador que hacía mucho tiempo había abandonado la escenografía tradicional y renovado sus concepciones sobre el espacio, volúmenes y luz. Era, pues, el terreno propicio para incorporar el objeto construido» como utensilio escenográfico que potencie y soporte el juego del actor, aislado en la totalidad del espacio neutro de la escena. «Abolida la estructura escenográfica tradicional, cuya misión era crear la ilusión de un espacio naturalista, los escenógrafos constructivistas la sustituyen por estructuras de andamios, soportes, escaleras y planos inclinados, de artificios móviles, que en la economía del espectáculo pretenden cumplir una doble misión: conceder al actor un espacio estrictamente funcional para la acción y, al mismo tiempo, sugerir por medio de las cualidades formales (abstracto-geométricas) de este tipo de construcción, la tensión futurista de la idea tecnológica» .
Tomado de
TEATRISTAS NOTABLES DEL TEATRO INDEPENDIENTE Y UNIVERSAL
Meyerhold, como tantos otros, ve en la Revolución el proceso de transformación que va a permitirle poner en práctica sus ideas y potenciar su capacidad creadora. En efecto, el trabajo que realizó durante quince años, por su cantidad y calidad, por sus experiencias y hallazgos, va a suponer por sí solo uno de los momentos más brillantes de la historia del teatro. Acorde con los nuevos tiempos, empapado – quizá con rapidez excesiva – de los principios fundamentales sobre los que se apoya el nuevo orden social; día a día elabora, en la práctica cotidiana, los principios de la interpretación biomecánica», según los cuales el actor debe ser un elemento productivo que elabora un juego convencional, externo, apoyado en la profunda y casi acrobática utilización del cuerpo sobre una construcción escenográfica elevada en el espacio tridimensional. Supone la concepción del actor como proletario, en posesión de la técnica depurada de su oficio, todo ello en la idea de la productividad», clave de los nuevos tiempos. En el terreno que nos ocupa las innovaciones de Meyerhold, amplias y radicales, van desde su tajante reforma del principio escenográfico hasta las nuevas concepciones del edificio teatral, que si no vieron la Iuz, estuvieron muy cerca de realizarse en su teatro de Moscú. El constructivismo, aliado artístico de la Revolución en sus primeros años, desarrolla desde muy pronto los principios del «arte productivo»: «No faltaban ya por eso en nuestra práctica indicaciones de tipo productivista. Ello se resumía en un 'material real' en un 'espacio real', y debía seguir las leyes de la construcción , el arte objetual iba asumiendo de este modo un sentido de mayor concreción. A los materiales emblemáticos de la edad del hierro sublimados finalmente en lenguaje (Sklovskij), sucedían los materiales de la vida, envueltos no sólo en el espacio físico, atmosférico, sino en el vivo del hombre que actúa, que construye» (29).
Estas ideas no sólo iban a influir sobre las artes plásticas, sino también sobre la literatura y la dramaturgia. El nexo de unión de los creadores plásticos con la práctica dramatúrgica meyerholdiana se establece agracias a la contribución determinante que algunos pintores dieron a la escena (30) primero, y a que una parte de sus conceptos fue después reelaborada por Meyerhold en su teoría biomecánica. Como afirma Ripellino, para los constructivitas la tierra prometida fue el teatro» (3$). L. Popova, por ejemplo, encontró en él al realizador que hacía mucho tiempo había abandonado la escenografía tradicional y renovado sus concepciones sobre el espacio, volúmenes y luz. Era, pues, el terreno propicio para incorporar el objeto construido» como utensilio escenográfico que potencie y soporte el juego del actor, aislado en la totalidad del espacio neutro de la escena. «Abolida la estructura escenográfica tradicional, cuya misión era crear la ilusión de un espacio naturalista, los escenógrafos constructivistas la sustituyen por estructuras de andamios, soportes, escaleras y planos inclinados, de artificios móviles, que en la economía del espectáculo pretenden cumplir una doble misión: conceder al actor un espacio estrictamente funcional para la acción y, al mismo tiempo, sugerir por medio de las cualidades formales (abstracto-geométricas) de este tipo de construcción, la tensión futurista de la idea tecnológica» .
Tomado de
TEATRISTAS NOTABLES DEL TEATRO INDEPENDIENTE Y UNIVERSAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario
POR FAVOR DEJE SUS COMENTARIOS AQUÍ