TEATRO ANTÍPODA

miércoles, 27 de mayo de 2009

ENTENDER EL PASADO PARA PROYECTARSE HACIA EL FUTURO

El arte, para nosotros los oprimidos, debe ser, no el resultado de una musa inspiradora y sí en cambio, la consecuencia directa de un trabajo intelectual y consciente volcado hacia la productividad y la comunicación.
En la existencia verídica y social, los artistas debemos plantearnos una existencia posible y proyectarla por nuestros medios al entendimiento, o a la búsqueda de él hacia el público, que es en definitiva el que puede hacer realidad la existencia posible.
Lo que debe hacerse a partir del arte es, ante todo, que el artista y quienes se motiven por cualquiera que sea la razón revolucionaria que los mancomune a las ideas del artista, traten de asimilar los intríngulis de la historia que cuenta con sus propios vericuetos y que afectan directamente la comprensión del arte revolucionario, apartándolo vertiginosamente de la realidad y empujándolo hacia abismos insondables de irrealidad.
Todo ello requiere una ardua disciplina de estudio, análisis e intercomunicación que supone resultados a futuro y que a veces, por motivos coyunturales, pueden ser inmediatos; pero en este caso, es más común que se dé en aspectos literarios como la prensa escrita, la narrativa, la novela; y en aspectos de las “bellas artes”, como el dibujo, la escultura, la música y otros.
Aunque de modo más didáctico, el teatro y el cine (sobre todo el teatro) tienen un grado de suma importancia performativa y que difiere de los otros géneros por razones que luego analizaremos.

Es necesario entender las viejas técnicas, las de ahora y las que pueden ser (para los artistas revolucionarios), con el fin objetivo de convertirlas en tácticas de lucha que se impongan; que prevalezcan y lleguen a ser nuestro propio modo de expresión típico y adecuado y sean a su vez reflejo del pensamiento progresista de la clase social más revolucionaria de este tiempo, como lo es la clase social del proletariado.

Hay que traducir las necesidades y experiencias del pueblo oprimido al nivel del arte revolucionario y eliminar el “populacherismo” dañino con el que nos identifica la burguesía y con el que, erróneamente, nos identificamos nosotros, olvidando que lo popular – y no lo populachero – es el deseo revolucionario que se cuece a fuego lento en las entrañas del pueblo y que es comunicado a través de su lenguaje igualmente revolucionario.
Debemos saber hallar meticulosamente lo que nos sirve del arte burgués; someter severamente a la crítica lo que es perjudicial y en la medida de lo posible, hay que tratar de exterminar el germen dañino subyacente de las ideas malintencionadas de cierto arte y literatura oportunistas que se vanaglorian de libertad.

No se trata pues de curar al enfermo con paños de agua tibia; de ser contemplativos en un mundo que pide a gritos transformaciones radicales. No hay que darle la oportunidad al engaño ni a la tergiversación calculada del arte seudorevolucionario, ni siquiera a la fanfarronería intelectualoide que por estos días se sobrepone con un disfraz de inconformismo, pero que en realidad es oportunismo.
También el oportunista, tanto como el burgués, ha afilado su puntiaguda lengua contra el oprimido, contra el artista revolucionario que también es oprimido; contra todo el que contradiga sus ideas. ¿Y por qué no, entonces, tener el deber y el derecho de plantear nuestras críticas y propuestas; nuestro arte, en contra del aguijón venenoso del aparato burgués y de los oportunistas?
Hay que encontrar los modos de enfocar a los artistas que desconocen la lucha o que son indiferentes a ella o que inocentemente ayudan a inyectar el letargo en el pueblo por obvias razones de la inconsciencia.
A estos artistas no se les debe juzgar sino, enseñar y encaminar por las rutas del materialismo histórico y dialéctico; motivarlos en el transcurso de su propia transformación con la crítica constructiva, pues esto indica que son escuchados, vistos y tenidos en cuenta en también, la transformación social; es decir, que igualmente el artista es protagonista de la historia.

Con lo que, como artistas conscientes, debemos tomar partido e ir más allá de la palabrería y aceptar el hecho de que nuestro puño y letra, nuestro pincel y lienzo, nuestra guitarra y voz, nuestras palabras, son para aportar en la lucha porque son la lucha misma. Una lucha que en el arte no es implícita de actuar por sí sola, sino que en cambio, hace parte de los procesos transformativos de la sociedad en tanto recoge y asimila la pedagogía marxista para luego darles un tratamiento didáctico con los fines que se procura y que le son propios como la diversión, el entretenimiento, la comunicación y el asombro.
Y es que el arte de nuestro tiempo es reflejo del sistema social, económico y político; pero también en los tiempos de Grecia, Roma; en los tiempos del Medioevo y del Romanticismo. O de igual manera en el tergiversado Realismo Socialista y las vanguardias perspectivitas; así como en el neoclásico y el barroco, el rococó y el naturalismo exacerbado; Pisístrato y Solón, Luis XIV, Churchill y Stalin, Balzac y Diderot.

L. F. Nikho

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